Terapia CON padres

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Una situación que observo una y otra vez en mi trabajo como terapeuta, al acompañar a familias e hijos/as, es la dificultad de los padres en dar espacio al comportamiento de su hijo/a. Y esto surge sobretodo, y las situaciones son muy variadas, por una expectativa de los padres sobre el crecimiento de sus hijos. Esta se vuelve a veces tan fuerte que observo como es difícil que puedan tomar otros puntos de vista sobre la situación de su sistema familiar.

Para mi es completamente visible el desgaste de padres y madres mientras intentan que su hijo cambie, deje de hacer determinado comportamiento o empiece a hacer otro que ellos sienten que le falta. Puedo observar en su rostro o en su discurso el dolor y muchas veces la culpa que cargan y es en este momento de más desesperación o impotencia cuando acuden a terapia solicitando ayuda.

Mi apoyo se inicia desde la primera entrevista, escuchando atentamente lo que les trae a la consulta, escuchar su dolor, sus quejas y deseos.

Muchas veces la situación ha provocado tal desgaste que, ante la dificultad, el sistema por completo ha integrado una dinámica de la que cuesta salir. El camino sin duda pasa por que puedan observar eso que están haciendo y que una y otra vez les hace chocar contra la misma pared.

Pero si estamos de acuerdo en que cuando uno decide tener un hijo asume también un papel de acompañante vital de esa nueva vida, de responsabilizarse de su crecimiento y de responder a sus necesidades, entonces es sin duda a los padres a quien corresponde en gran medida, articular, explorar y abrirse a otras posibilidades de acción. A esto me refiero con dejar espacio al comportamiento del hijo, a que es a los padres a quien, como adultos, se supone que pueden parar ante una situación, reflexionar, cuestionarse que es lo que está pasando y actuar a partir de aquí. Creo que esto es una forma más sana de acompañar a un niño o adolescente y no tanto la postura de poder que se auto-otorga el adulto. Como sistema que es la familia, las relaciones no son unilaterales sino que todo lo que pasa es afectado y afecta a todos, y en esto incluyo tanto las alegrías, las dificultades y los aprendizajes.

Por mucho que queramos que nuestro hijo sea diferente o soñemos con una vida más tranquila si el hijo hiciese esto o lo otro, es importante partir de la base que el hijo con 6 o 13 años tiene de momento los recursos que tiene y que él, como todos, está intentando hacerse un lugar para caminar hacia la vida, hacia el crecimiento y la felicidad. Y en este caminar existe un comportamiento, una forma de actuar que provoca tensión en todo el sistema.

Esta tensión no es más que la manifestación de una necesidad no cubierta, más que del hijo creo que muchas veces de todo el sistema, algo que se desatendió en algún momento y que ahora aflora con más o menos intensidad.

La buena noticia es que podemos ver toda la situación desde otro lugar y así comprender las diferentes fuerzas que están ocurriendo. Y a mi me encanta dar buenas noticias.

Es posible tomar una perspectiva donde, al final, uno puede darse cuenta de que el sistema como un todo está manifestando una situación que necesita ser atendida para seguir creciendo. Porque podemos tomar el sistema como un complejo entramado de relaciones que busca su expansión. Si podemos desapegarnos del enganche al que estamos sometidos y observar el mapa más amplio de la situación, es más fácil poder observar como la tensión del presente toca diferentes heridas, tanto de los hijos como de los padres. Para esto surge la tensión, para poder sanar esas heridas que se perpetúan por el simple hecho de no atenderlas.

Cuando todo el sistema familiar se compromete con curiosidad y coraje, más que con culpa y rechazo, a ver la situación en la que están, el trabajo en terapia se vuelve maravilloso para todos. Es un trabajo en el que ya ninguno baila al son de nadie sino que cada uno ve tanto la importancia de si mismo y del otro en el sistema. El padre se da cuenta que eso que está ocurriendo es muy similar a lo que le ocurría en cuanto niño. El hijo puede sentir que sus padres no están en su contra sino que intentan hacerlo lo mejor que saben y pueden.

Podría resumir esto con una escena en que todos los familiares dicen que “vamos a dejarnos de culpas, de resignación, y vamos a ver que podemos hacer para llevarnos mejor de una vez por todas”.

Aunque sea un sistema, la familia no es un ser mecánico. Es más bien un ser orgánico que siente se mueve y sin duda está en constante búsqueda de su crecimiento. Cuando algo impide este crecimiento surgen las dificultades. Atenderlas permite que el sistema como un todo vuelva a encauzar su camino de crecimiento.

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