Elogio a la incertidumbre

Han pasado precisamente 742 días desde la última vez que escribí en este espacio. Pasaron algo más de dos años. Las razones fueron muchas. Entre ellas el adormecimiento que me permitía al no poner palabra ni sentido coherente a lo que vi ocurrir a lo largo de estos dos años. Pero también el desafío que me suponía expresar con todas las de la ley lo que fui aprendiendo y reflexionando. Me pareció que todo lo que podría decir estaba más que bien expresado por otros autores y por ello preferí compartir sus enlaces en facebook.

Y ahora vengo de nuevo a esta sala con ganas, queriendo ser atento a las personas que me seguís y que me habéis contactado con bonitos mensajes, críticas y reflexiones. Os lo agradezco profundamente.

Y al sentarme cómodo en esta sala que es Psicología para el Ser, después de dos años sumergido en la exploración de lo que nos ha tocado vivir a lo largo de la pandemia, tanto en lo biológico y sobretodo en lo psicológico, ¿que mejor momento para enaltecer esa cualidad de la vida que nos ha aparecido de frente como para reclamar su lugar en nuestras experiencias de vida?

Se de primera mano el dolor y la dureza que atravesaron tantas personas. Conozco historias personales que muchas noches me hicieron difícil dormir, tanto por buscar una posible ayuda como por la rabia que sentía ante la injusticia y la ceguera. Pero, al mismo tiempo, no he podido dejar de observar la trayectoria y los efectos psicológicos que han producido los diferentes acontecimientos, restricciones, aislamientos y sobretodo el miedo a lo desconocido e invisible.

En una idea de sociedad en la que prima lo medible y lo concreto, nos hemos zambullido en el mar de incerteza, muchos sin flotador o madera a la que agarrarse. Y sabiendo que los náufragos y los muertos son muchos, que las despedidas y las pérdidas se siguen digiriendo en cada esquina del mundo, tampoco puedo dejar de pensar en la situación única que le ha tocado a la gran mayoría de la población mundial, algo que nunca ocurrió a tan enorme escala: El convivir de frente con la incertidumbre.

Si este fenómeno ha estado presente durante tiempo en mi, ha sido la lectura del que considero uno de los libros más importantes del momento – La Psicología del Totalitarismo de Mattias Desmet – el que me ha ayudado a poner palabra y encontrar una comprensión más amplia de los efectos de convivir con ese aspecto (o ley) de la vida y al que no queremos dejar entrar en casa porque sabemos que nos va a revolucionar.

Su lectura ha sido reveladora de como vamos entrando, como hipnotizados y faltos de razonamiento crítico, en una forma de comprender la vida, en un ideología de vida, en la que nos embarcamos para hacer frente al miedo y la inseguridad. Y esta ideología de vida nos hace de nuevo tomar verdadero contacto con siglos de historia materialista/mecanicista de la concepción de la vida y el mundo. Desarrollé este tema en la tesina que presenté en abril de este año en las jornadas de Terapia Gestalt en Barcelona. Sin duda el surgimiento de la ciencia concreta y la filosofía materialista nos ha hecho creer a lo largo de más de 4 siglos, que todo es alterable, controlable y una vez que se mide se puede hacer frente a ello. De una historia de la humanidad conectada a la Naturaleza y a Dios se pasó a despreciar el mundo subjetivo como válido, así como el espíritu y el alma.

Son posiblemente estos aspectos de la existencia humana los que nos acercaban a lo misterioso e invisible de la vida.

Después de más de dos años creo que también es momento de hacer un elogio a la incertidumbre, de enaltecerla como la que nos aporta una realidad de vida que tanto materialistas y ateos han querido negar, que el cientifismo no quiere ni oír hablar, para mantenerse bien firme y seguro en la idea de que tiene el control de todo. Y como el control es un antídoto deficiente para la vida, ante toda la inseguridad y miedo sentido, millones de personas han pedido más control y entregado su juicio y decisión a una entidad para que controle más la situación, más restricciones aun que ello implique la pérdida de libertades, aunque ello implique el alejamiento de mis seres queridos, aunque ello implique morir solo. Un control que a cada paso nos acerca a la deshumanización, de la que surgieron a lo largo de siglos las atrocidades más crueles que conocemos.

Mattias lo describe de una forma magistral, el recorrido que hace aporta mucha comprensión a como se forma el proceso de «formación de masas» al que dedicaré más tiempo en otro momento.

Pero como él, yo también creo que el antídoto eficiente para una buena vida es conocer la base en la que se sostiene. Una de ellas, una de la leyes que la gobierna es la incertidumbre. Y un efecto que tiene es el de mostrarnos nuestra vulnerabilidad, algo que tampoco deseamos que entre en casa. Algo que intentamos esconder en un trastero para crear una ilusión de seguridad, al mismo tiempo que nos robamos la posibilidad de uno de los frutos maravillosos de esta vida: nada es seguro y a cada momento construimos nuestra experiencia de vida en este plano. ¿Cómo hacerlo? Conscientes de donde estamos y a donde queremos probar ir.

Es la incertidumbre la que nos acerca a algo más grande que uno mismo, la que nos ayuda a reconocer la realidad tal como es, la que nos ayuda a entregarnos a la belleza de todas las posibilidades de creación, la que posiblemente nos permite descubrir la grandiosidad de lo que somos, o la inmensidad de nuestra existencia con el otro y con el plano de existencia que llamamos Naturaleza.

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