En este momento, con todo lo que está pasando, con una guerra que mata a centenas de personas por día, toda la crueldad, todas las dificultades, creo que no es descabellado preguntarnos ¿Qué es lo que nos hace levantarnos cada día? Parece que existen ganas innatas de rellenar el día, rellenar la vida, una motivación para entregarse al nuevo día que siempre espera.
En este sentido tampoco es descabellado que, en una realidad que se ha conformado de esta manera, el proceso personal que uno puede desarrollar puede dar una visión más amplia de qué es eso que yo estoy creando cada día, que sentido tiene, como me hace vivir o, por el contrario, morir. Es esto lo que vivimos y recordamos y nos hace sentir quienes somos, no decidimos quienes somos sino que es nuestra propia historia de vida la que nos devuelve la imagen de nosotros mismos, nos aporta la lectura que hacemos de nosotros mismos y nos recuerda quien somos.

Sala de consulta
Un proceso de autoconocimiento, en este sentido, es una herramienta que está al servicio de nuestras necesidades. Desde la vertiente humanista Carl Rogers fue el que impulsó la terapia centrada en el cliente.
Cogiendo esta idea, como terapeutas, no es posible que yo acompañe a una persona por un proceso que yo no he pasado, y no es posible acompañar al otro si no lo conozco y respeto como persona.
Como escuché una vez a Carlos Cervera, ante la pregunta de como se sentía él ante las diferentes personas que atendía, él contestó que «me resulta complicado no amar a alguien que conozco profundamente». Fue algo que me tocó y se ancló a mis recuerdos y me hizo pensar que esto solo es posible si uno como terapeuta se disponibiliza realmente para la persona. La persona que va a terapia se encuentra perdida, desorientada, en una situación complicada. De echo, no acostumbro tener personas que vengan con algún tipo de complicación, dificultad o problema y que no tengan razones, a veces muchas, para no tener esa dificultad. Así que nadie está loco (y si hay uno, entonces lo estamos todos), lo que ocurre es que las personas no nos damos cuenta de donde estamos metidos, un lugar donde se vuelve complicado hacer fuerza hacia otro lado, un engranaje que va en un sentido y es difícil de parar.
Tal vez sea la terapia, la herramienta que nos permite que hagamos un proceso personal. Y creo que este no puede hacerse sin la presencia de otra persona, él o la terapeuta. Y si que creo que es posible dar diferentes pasos con las diferentes lecturas, información de diferente tipo que existe disponible con un click.
Esto también ocurre con los niñ@s, que también se levantan cada mañana y se preguntan con qué me voy a llenar el día, voy a vivir el qué. Claro que no se hacen estas preguntas directamente, pero la desilusión, rabia, decepción es un rasgo que está presente y que se está tratando con fármacos que no sirven directamente para su dificultades sino que se utilizan para adiestrar su comportamiento para poder ser socialmente aceptable. El tipo de estimulación, juego, música es muy relevante, pero más relevante es la riqueza que aporta el adulto que acompaña esta estimulación. Pero como puede acompañar este maestro a sus alumnos si no ha aprendido a lidiar con su decepción, con su rabia, con su desilusión.
Esta es la visión de la Fundación Claudio Naranjo que lleva desarrollando programas para educadores (padres, madres, maestros, etc.) para aportarles lo que les puede ayudar en su trabajo. Como los curriculums no son posibles de cambiar y hay que dar la talla con el temario, al profesor no le cabe otra posibilidad que sea la de cuidar su relación con los alumnos y ser un referente acogedor de toda la vitalidad infantil, adolescente y adulta. Pero esto, sin duda, no lo puede hacer si no ha aprendido a ser acogedor de si mismo, a saber cuidar de si mismo, a establecer relaciones con iguales que sirvan de apoyo.
Hoy escuchaba a Krishnamurti decir dos cosas tan tangibles y obvias como son el hecho de que «uno es la sociedad, parte de ella y en muchos aspectos sin posibilidad de diferenciarse de la misma», y que «en el momento en que cada uno tenga su casa en orden, profundamente en orden, entonces será posible crear otra sociedad.»
Creo fielmente, de lo contrario no tendría la profesión de psicólogo, en que el proceso terapéutico puede ser un sano impulso del orden en la vida de cada uno/a. Y creo también que es un efecto que va más allá de la persona que atraviesa su proceso, sino que a partir de ella, es un proceso que se expande para su bien y para las personas que con ella conviven.
Una bella contaminación de bien-estar que nos despierte para el valor de la vida.