El abandono inevitable

Este es un pequeño adelanto de la charla que haré el 5 de noviembre a las 20 horas en el Ecobar Coherencia en Ponferrada. Espero que podáis asistir y que sea un debate ferviente y discusiones acaloradas para que todos salgamos ganando. El evento será gratuito y abierto.

abandon

Con el título me refiero a la inevitabilidad de que en algún momento de nuestra vida infantil, sufrimos el abandono. Durante los 3 primeros años de vida suponer que tanto padres como madres están totalmente presentes para todo lo que necesitamos, es suponer e incluso esperar lo imposible. No porque se trate de que los padres son malos. Se trata de que esta idea de estar presente todo el tiempo para el otro no pasa de una trágica exigencia que tiene como único fin la frustración.

El abandono de por si no es algo malo. Si tiene consecuencias más dañinas en el momento en que se prolonga en el tiempo, pero un abandono “sano” ayuda incluso a que el bebé despierte recursos que no estaban presentes y una vez que la madre o quien realice esta función de madre, vuelve en un espacio de tiempo para junto del bebé, este va desarrollando una confianza que le permite estar tranquilo mientras está solo.

Creo que como en tantas otras cosas, cuando nos ponemos la exigencia de ser perfectos, de no hacer lo que nos hicieron, de cumplir con las expectativas de un mandato social o incluso literario, es cuando empezamos la gran caminata que lleva al desgaste y a la frustración constante porque simplemente es imposible que seamos así de perfectos cuando somos básicamente neuróticos.

Como dice Olga de Miguel “lo que nos hacen, me lo hago y lo que me hago, hago en mis relaciones». Si algo admiré del trabajo que compartí con ella fue la forma como ella con un alfiler sutil iba explotando los globos de ilusiones e ideas narcisistas que tantas y tantas veces solo nos devuelven juicios hacia nosotros mismos del tipo “no lo he hecho bien”, “no lo he hecho como me decían”, “me he vuelto a equivocar”, “que mala madre soy”, “que mal padre soy”, etc. Son frases que lejos de ser oportunidades para la comprensión de uno mismo a lo que llevan es al continuo machaque de nuestro ser, que se fustiga en un callejón sin salida sin nunca siquiera plantearse darse la vuelta y mirar otras salidas.

«Tal vez no podamos cambiar la realidad del abandono pero si la violencia del abandono»

Todo esto supone un desgaste enorme en las parejas. En el momento que en un espacio terapéutico estas pueden abrirse a comprender de forma más profunda su forma de actuar y pensar, entonces se abre una nueva puerta, que no implica directamente la resolución de nada, pero si una reconciliación con uno mismo, un abrazo a uno mismo, un alivio cuando uno se da cuenta de que no puede ser perfecto y es efectivamente humano con sus limitaciones. Es aquí cuando uno descansa y, en vez de querer transformar al otro, sea este pareja o hijo, uno acepta también las limitaciones del otro y se dispone a ser compañero de viaje.

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